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jueves, 25 de enero de 2018

¡Buen día seguidores!

Hasta 1938 Frida nunca se interesó por darle un valor económico a sus pinturas.

A decir verdad, tampoco creía que eran buenas o que tenían algún valor.


Lean un fragmento de esta carta, que envió a su amiga la muralista Lucienne Bloch, el 14 de febrero de 1938:

Querida Lucy: [ …]  No he cambiado mucho desde la última vez que me viste. Lo único, llevo otra vez ese vestido mexicano mío tan loco, vuelvo a tener el pelo largo y sigo tan delgada como siempre. Mi carácter tampoco ha cambiado, sigo también tan vaga como siempre, sin entusiasmo por nada, me siento bastante estúpida y condenadamente sentimental. A veces creo que es porque estoy enferma, pero eso no deja de ser un buen pretexto. Podría ponerme a pintar tanto tiempo como quisiera, podría leer o estudiar o hacer mil cosas a pesar de que tengo el pie malo y todo lo demás, pero no se trata de eso, vivo sobre el aire, adaptándolas cosas como vienen, sin hacer ni el más mínimo esfuerzo por cambiarlas, y tengo todo el día como ganas de dormir, me siento cansada y desesperada.
¿Qué le voy a hacer? Desde que volví de Nueva York he pintado unos doce cuadros, todos ellos pequeños y sin importancia, con los mismos temas personales que me interesan a mí y a nadie más. Envié cuatro de ellos a una galería de aquí de México, que es un sitio pequeño y de mala muerte, pero que también es el único que traga todo lo que le echen, así que les mandé los cuadros para allá sin ningún entusiasmo. Cuatro o cinco personas me dijeron que estaban de maravilla, el resto creen que son demasiados locos. [ …] 

                                                                             (Extraído del libro: Frida Kahlo, de Gerry Souter)

Dejándome llevar por el texto, encuentro a una mujer triste, insegura, agobiada, todo lo contrario, a lo que veían de ella. La gente hablaba de Frida como la que todo lo sabe, todo lo acepta, todo lo puede, vive de fiesta en fiesta y la pasa fenomenal…

La exposición a la que se refiere en la carta fue realizada en la Galería del Departamento de Acción Social de la Universidad de México donde expuso entre otras, Mis abuelos, mis padres y yo. Poco tiempo después, inesperadamente recibe una carta de Julien Levy propietario de una elegante galería en Manhattan, interesado por su obra y la historia concluyó ofreciéndole exponer treinta de sus pinturas.



                                                     Frida, volando rumbo a Nueva York

Una de las obras que figuraba en la muestra fue Recuerdo de la herida abierta - 1938 




Frida se muestra con el muslo y el pie herido. La curiosidad del cuadro es que la herida del muslo es imaginaria mientras que la del pie es real pero no fue en el izquierdo sino el derecho, mas como se estaba pintando mirando un espejo así resultó el terminado.

La muestra duró dos semanas y resultó su consagración como artista.